jueves, 27 de junio de 2013

Aquella noche triste y soñolienta...



Aquella noche triste y soñolienta asaltaron mi mente mil recuerdos lejanos y nostálgicos…

Yo me encontraba sentada en una triste silla de madera, embriagada por el silencio abrumador que dejaba oír confusamente el tic tac acompasado del reloj, allí a lo lejos…

Mi cuerpo, cansado, reposaba inquieto y trémulo, mientras mi pensamiento huía y alcanzaba horizontes lejanos e insólitos.

En aquella nueva dimensión en que se hallaba mi mente, a muchas millas de aquel solitario y silencioso lugar, se alzaba, mágicamente, tu rostro divino, en el que se dibujaban radiantes tus resplandecientes ojos negros, propagando su intenso fulgor entre aureolas color azabache.

Tu recuerdo brotaba espontáneamente y atraía mi pensamiento enigmáticamente…

Desde aquel lejano y desconocido lugar, te sentía dentro de mí, cerca, muy cerca, aunque a muchísima distancia y sabía que tú me escuchabas, que leías mi pensamiento, adivinabas mis sensaciones y mis deseos, igual que siempre…. Porque nada había cambiado.

Sigo aquí, sentada en una triste silla de madera, pero ahora mi pensamiento ya ha regresado y, de nuevo, está aquí, en este melancólico presente que se enmarca en un escenario grisáceo y turbio donde el silencio sólo deja oír el lento y monótono tic tac del reloj, viejo y polvoriento.

A D.

Olga

21 Agosto 1994