jueves, 22 de agosto de 2013

Mis pensamientos eran suyos...



Mis pensamientos eran suyos, también mis sueños y mis deseos…

Cualquier pensamiento lo definía, cualquier sueño lo presidía, cualquier deseo lo alentaba.

Cuando despertaba su imagen perturbaba mi vida, mi tranquilidad, porque me abrumaba y embriagaba de melancolía y añoranza.

Cuando dormía su imagen aparecía, repentina y onírica, endulzando mi sueño y eternizando mi letargo.

Quisiera contemplar una realidad igual, con la que deleitar mi amargo espíritu y acariciar mi dolido ego pero puede que ni siquiera exista tal realidad y, si existiese, todavía me queda un largo camino para vivirla: el camino de la vida terrenal.



A D.

Olga

2 Septiembre 1994

Nunca sabría si aquello era sueño o era realidad...



Nunca sabría si aquello era sueño o era realidad, porque soñaba despierta y vivía una onírica realidad.

Me parecía bonito todo lo que ocurría, todo lo que decía, todo lo que vivía…pero, sin embargo, temía. Temía que fuera un engaño, temía que aquel sueño color de rosa fuese un breve paréntesis en mi monótona vida, que no significara nada más que eso y que no trascendiera en mi triste existencia.

La duda, siempre la duda y la incertidumbre me acosan y amenazan mi felicidad, mi tranquilidad, mi sosiego. Me empujan a la equivocación, a la desconfianza y ante éllas prefiero no avanzar, no adentrarme en ese mundo desconocido para esta adolescente que tanto teme ser apaleada y dañada, que huye del dolor y del llanto, que no quiere tener que equivocarse y reconocer el error cometido, aunque ello suponga una nueva experiencia con la que nutrir la historia de su vida.

Me duele tener que dudar y dudar sobre todo cuánto ha de curtir mi inestable adolescencia, temo equivocarme, temo arrepentirme, temo derrumbarme… Deseo ser feliz y mi felicidad está ahí, al alcance de mi mano, pero no quiero atraparla precipitadamente y sentir como se esfuma y desaparece al contactar con mi desconfiado espíritu, por eso prefiero dejarla escapar y olvidar que la tengo muy a mi regazo, si luego he de arrepentirme de haberla querido tener sin pararme a pensar que la verdadera felicidad se cierne sobre ti, aureolando tu ser, sin dejarse jamás acorralar por nadie. Ella viene a ti, pero tú no debes ansiarla ni apoderarte de ella jamás, pues puede jugarte una mala pasada y burlarte sin compasión.

Abre bien los ojos, amiga, y deja sin más que las mejores virtudes te coronen y definan tu verdadero yo.

No me defraudes D. quiero confiar en ti, quiero confiar en mí misma también.



A D.

Olga

22 Agosto 1994