miércoles, 29 de febrero de 2012

UNA ROSA ADOLESCENTE

Como cada año llegó el 23 de Abril, el día de Sant Jordi, ese día tan especial y memorable que se repite año tras año y que llena ese corazoncito, que todos llevamos dentro, de alegría y felicidad.

Un día apropiado para demostrar el amor, cariño o afecto que sientes por alguien o tal vez ese maravilloso día que hace renacer el amor entre dos personas que abren los ojos, descubriendo en lo más hondo de su ser, esa dicha inmensa que no se puede describir con palabras.

En este día se abre la puertecita de cada uno de nuestros corazones que desprenden un millar de hermosos sentimientos, reflejados en una bonita rosa o en un libro.

Aquel día yo sentía dentro de mí un vacío que se fue convirtiendo en tristeza poco a poco. Tan solo despertarme pensé en mamá. Cada año papá le demostraba su amor con una bonita rosa que hacía revivir en ellos dos aquel primer día en que se conocieron y los largos días de felicidad que vivían y seguirían viviendo durante años.

Pero mamá se había alejado de papá y de mí. Dios se la había llevado, tal vez a ese otro mundo que nadie puede conocer ni juzgar hasta llegar a él.

Yo salí de casa confusa conmigo misma. Por una parte sentía una profunda tristeza, que se convertía en alegría y añoranza al ver a las parejas felices, jovencitas con bonitas rosas en las manos que desprendían cariño y amor. Era la que sentía una tristeza feliz, pues compartía la felicidad de los demás como propia a pesar de que nadie se acordó de mí...

Sinceramente, al ver a montones de chicas, radiantes de felicidad, recibir una rosa, por un momento sentí envidia de todas ellas y deseé con todas mis fuerzas recibir una, aunque fuera de alguien por quien no sintiera nada.... Me atormentaba la idea de regresar a casa sin tan siquiera una pequeña e insignificante rosa roja mientras otras chicas llegaban con montones de ellas a sus casas.
Pero después de ese vago pensamiento recapacité: ¿Podía desear éso yo? No, estaba equivocada. No podía disfrazar tan cruelmente mis sentimientos de adolescente.

Transcurrió el día paulatinamente en la escuela. Durante el camino de vuelta a casa miles de pensamientos e ideas asaltaron mi mente en torno al tema en cuestión. El día estaba llegando a su fin. Aquel 23 de Abril se iba alejando del calendario poco a poco...¿Acabaría con él también mi pena?

Llegué a casa y fue como si, de repente, mis ojos se abrieran inmensamente y, por una vez, vieran la clara realidad. Hasta aquel momento no me había parado a pensar en que existía alguien muy importante que no se había olvidado de mí y que me quería muchísimo: Papá, que, con todo su cariño y amor, había traído dos hermosas rosas, una para mamá y otra para mí. "Una rosa para cada una de las dos rosas más lindas que guardo en mi jardín" -dijo papá-. Pero ¡qué tonta había sido! ¿Cómo papá se iba a olvidar de mamá y de mí en un día tan especial para nosotras?

Aquellas dos rosas que recibí casi al cabo del día estaban colmadas de sentimientos inolvidables. Jamás podré volver a sentir lo que sentí en aquellos instantes... La más bella de las rosas la coloqué junto a la foto de mamá, la besé...una lágrima resbaló por mi mejilla y cayó sobre la rosa como una gota de rocío. Sentí que mamá se alegraba, de veras lo sentí.

Aquella noche, antes de acostarme, me di cuenta de que había aprendido algo muy importante: había recibido la rosa de la que me podía sentir más orgullosa. Una rosa entregada con los mejores sentimientos del mundo y, sin duda, impregnada de un amor eterno. Esa era la mejor de las rosas que podía recibir y su recuerdo sería inolvidable.

Había hecho mal dejándome llevar por el orgullo y la envidia me había cerrado los ojos frente a los sentimientos de un padre que, creo, son los más sinceros del mundo.

El día de Sant Jordi tocaba su fin, ya iba en camino de otro nuevo día en el próximo año. Tal vez se realizara el año próximo o el otro...¡quién sabe! aquél sueño que se encerraba dentro de mí. Sabría esperar, sin envidias ni egoísmos.

Abrigaba con anhelo y nostalgia la esperanza de tal vez un 23 de Abril no muy lejano, sentirme la chica más dichosa del mundo y, entonces, recordaría este día con ternura, como aquella nueva experiencia vivida que había abierto los ojitos de una adolescente que, hasta entonces, habían permanecido cerrados frente a la realidad.

Olga Mª Puig
23 Abril 1992

                                                          

2 comentarios:

  1. Qué relato!! Muy emotivo!! �� Me ha gustado mucho como lo escribes y como lo sientes...

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