lunes, 20 de febrero de 2012

QUERIDA SOLEDAD

 Hola soledad,

Vuelvo a estar aquí, contigo, amiga, como tantas otras veces,
sumergida en la oscuridad de la noche, cobijada en mi pequeño rincón secreto.

Desde este silencioso lugar puedo contemplar tu incorpórea e intangible silueta a mi regazo,
volátil e incolora, que define mi presencia, que da sentido a mi vida.

Sé que estás aquí, llenando mi vacío, ese vacío que nadie tan bien como tú sabe llenar.
Sé que estás aquí, a mi vera, apaciguando mi inquietud, aplacando mi desencanto.
Nos comunicamos cada noche, desde este oscuro rincón, en nuestro lenguaje secreto
y nos sentimos resignadamente dichosas e tenernos la una a la otra.

Nos comprendemos a la perfección, porque formamos ambas una unidad indestructible,
porque dejamos de ser partículas ónticas separadas y perdidas,
para fundirnos en un solo ente y conformar un Todo único y supremo.

Nos necesitamos desesperadamente, porque la una no cobra ningún sentido por si misma si no es en función de la otra.
Somos Una. Existimos al Unísono.
Yo dependo de Ti, Tú dependes de Mí.
Supeditadas la una a la otra, emergemos de la oscuridad tenebrosa, de las tinieblas abominables
y nos elevamos, mágicas, a un más allá que sólo tú y yo conocemos
y que encierra nuestros deseos, nuestros más profundos sueños, nuestras inquietudes e ilusiones.

Allí, donde alcanzamos la culminación de nuestra homogeneidad,
nuestros ojos destellean y se reflejan los unos en los otros para llorar juntos,
para solidificar sus lágrimas y congelar su amargura.
Juntas,  sucumbimos a la tristeza, haciendo de ella nuestra plenitud
y aclamando, con insonoros gritos desesperados,
un esbozo de felicidad que, insólitamente, aflora desde las profundas cavidades de nuestra tristeza compartida.
Porque estamos juntas, porque nos somos fieles y nos transmitimos fuerzas para sobrevivir.

Nuestra unión es tan perfecta, querida soledad,
que de nuestra desazón logramos arrancar una sonrisa de amistad y comprensión.
Yo te tengo a ti y tú me tienes a mí.

Gracias soledad, por estar junto a mí, por ser mi amiga del alma, por escucharme y compartirlo TODO conmigo,
por ser mi propio YO cuando más lo necesito, cuando, como esta y otras tantas veces,
me sumerjo en la oscuridad de la noche y, desde mi pequeño rincón,
te aclamo en silencio, siempre en silencio, querida soledad.

Olga María Puig Martínez
Mayo 1995

Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente, te encontrarás a tí mismo/a, y ésa sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas (Pablo Neruda).

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