martes, 21 de febrero de 2012

CARTA A MAMÁ

Querida Mamá,
Sé que estas letras que hoy te escribo no podrás leerlas nunca, porque allí dónde tú estás no tiene cabida el correo ni se hace posible la comunicación por vía postal.
También sé que desde dónde reposas puedes sentir y escuchar el mensaje que quiero transmitirte a través de esta carta que, si bien jamás te llegará por vía postal, sí lo hará por vía espiritual:

Hace ya 6 años y medio que te alejaste de papá y de mí y en todo este tiempo has permanecido siempre a nuestro lado, has protagonizado nuestros pensamientos, has avivado y alentado nuestras vidas, nuestra razón de ser.
Ha sido difícil asumir tu partida, tu último adiós, pero tu recuerdo, tu invisible compañía, nos ha ayudado a  seguir adelante, a afrontar la vida que sigue sin ti.
Cada día que ha pasado desde que te fuiste ha sido más gris, más triste, más duro para nosotros dos, pero no por eso ha dejado de salir el sol para el resto de la humanidad y también nosotros, como tú antes, formamos parte de ella.
El tiempo, dicen, cura todas las heridas pero esta herida que papá y yo llevamos dentro no acabará de cicatrizar nunca mientras vivamos mamá, por mucho tiempo que pase, por muchos soles que asomen.
Quizás se cure ese día en que volvamos a estar los tres juntos, entonces el tiempo se detendrá para nosotros y viviremos una felicidad eterna.
Hasta entonces habrá que esperar y dejar que sea Dios quien decida cuál ha de ser ese mágico día.
Tú, mamá, nos has enseñado a ser fuertes, a saber afrontar los golpes que da la vida, a no rendirnos nunca y a luchar con coraje contra las adversidades.
Sé que velas por papá y por mí y que guías nuestro camino y nos proteges desde un “más allá” supremo dónde pasas tranquila tus horas eternas.

No hace falta que contemple tu foto cada noche antes de acostarme para reflejarme en tus negros ojos, porque mire dónde mire, vaya donde vaya, tú, mamá, estás aquí, conmigo, contemplando a tu niña del alma que por siempre será tuya.
Ahora, a mis 20 años recién cumplidos, recuerdo más que nunca todos y cada uno de los momentos que hemos pasado juntas, ¿tú también verdad mamá?:
 Recuerdo nuestras risas, nuestros llantos, nuestros secretos, nuestro gran amor… recuerdo también el “Burrito”, que tanta vida regaló a la nuestra, aquellas veladas de ensueño en nuestro querido local, bañado con el sudor y las lágrimas que papá y tú allí derramasteis, pero erigido con sonrisas e ilusiones.
Allí fue dónde forjásteis vuestro destino, a la vez que sembrasteis la alegría y la armonía entre los que allí convivíamos.
Allí emprendisteis el camino de la dicha, haciendo realidad vuestros sueños, vuestros más profundos deseos.
Hoy el que fue escenario de vuestras vidas, nuestro querido “Burrito”, ya ha dejado de serlo.
Tu ausencia lo desencantó, derruyó su magia y lo marchitó.
Perdió su aroma al perderlo también la flor que le daba la vida: tú, querida mamá.
Nuestra vida ha tenido que continuar sin él, como también ha continuado sin ti y hemos sabido afrontar sus devenires sin perder en ningún momento la esperanza, como tú bien nos has enseñado.
Mamá sabes que yo he conseguido acabar brillantemente mis estudios y esa “Matrícula de Honor” que me concedieron al finalizar el Bachiller es una Matrícula en Honor a ti, porque eres tú quien me ha aureolado de valor y fortaleza para conseguirla, desde tu hermoso cielo.
 A ti te la dedico. Contigo la comparto mamá.
Ahora, como estudiante universitaria sé que seguirás apoyándome para superar los obstáculos que ante mí se presenten y también sé que seguirás sintiéndote orgullosa de mí si te digo que, a pesar de los miedos e inseguridades que hoy me acechan, voy a hacer todo lo posible para superarme y acabar también triunfante mi carrera o cualesquiera otra meta que me marque.
Sabes, mamá, que soy débil de espíritu, pero eso no impedirá que consiga todo cuanto me proponga, porque sé que no estoy sola, que cuento con tu apoyo, que, desde tu nuevo hogar, apruebas mis decisiones y aplaudes mis éxitos.
Sé que te tengo a ti, mamá, que estás cerca, muy cerca de mí.

Recuerdo, mamá, que poco antes de emprender tu marcha me pediste que no abandonara mis estudios de piano.
Sé que cobijabas la ilusión de que algún día lograse consumar mi carrera pianística y musical.
Siento mucho haberte fallado mamá.
Lo dejé por una de aquellas razones que con el tiempo pierden su sentido.
Ahora sé que me equivoqué.
Me arrepiento de ello y me he prometido a mí misma acabar algún día esa bella carrera que inicié hace ya diez años y que dejé inacabada entonces.
A tu Dios pongo por testigo, mamá, de que me verás algún día con mi diploma de pianista en las manos y también entonces a ti te lo consagraré.
Ahora me doy cuenta de lo bien que me conocías ya entonces cuando me empujaste a iniciar el aprendizaje de ese bello y único instrumento, cuyas sublimes melodías hoy aún entelan mis ojos y me obligan a reconocer el error que entonces, inconsciente, cometí.

Mamá, desde que te fuiste, cada año he pisado tu tierra, tu pequeño rincón manchego, tu cuna natal: Tu querida Ledaña.
Desde allí le pido a San Roque, tu Dios y Patrón, que nos mantenga siempre unidos a ti, a papá y a mí y que algún día nos volvamos a ver frente a frente los tres.
Le ruego que vele por nosotros y que te cuide mucho a ti, mamá, que eres quien, ahora, más cerca está de él.
Sé que me escucha y que no nos abandona jamás, ni a nosotros, ni a su querida hija Vicenta.
Algún día, como tú hiciste, alzaré una de las barras que sustentan a San Roque, Patrón de Ledaña, y lo llevaré en Procesión y peregrinaje hasta la ermita.
 Es una promesa que cumpliré en tu honor, querida mamá.

En tu Reino Azulado, mamá, ya te has podido reunir con tu papá, el abuelo, que partió tras de ti, poco tiempo después.
Ahora reposas junto a tus papás y también junto a tu otra hijita, aquella hermanita mía que no llegué a conocer, aunque espero hacerlo algún día.
Me consuela pensar que Olga, tu primera niña, que siempre te ha necesitado tanto como yo y que ha pasado dieciocho años sin ti, anhelando tus cuidados y tu cariño, ya puede tenerte.
Cuidaos mutuamente ahora que estáis juntas las dos.
Papá y yo somos felices al pensar, al saber, que mi hermanita te tiene, aunque no podamos tenerte nosotros aquí, en la vida terrenal. Algún día estaremos todos juntos y la felicidad que entonces nos embriagará nos cuesta hoy el precio de la soledad, soledad que se llena de recuerdos que la beatifican e iluminan.

Gracias mamá, en nombre de papá y mío, por habernos regalado tanto amor, tanto cariño, tantas ilusiones y esperanzas con que aliviar hoy nuestra pena de no tenerte aquí, junto a nosotros.
Sé que existe en algún lugar que nosotros no podemos ver desde aquí un Alcázar Áureo consagrado y erigido a ti, mamá, por la valentía, fortaleza y coraje que has demostrado siempre y porque, aun sabiendo que la llama de tu vida se apagaba paulatina, por encima de tu dolor y de tu pena, siempre asomó una sonrisa de ilusión, esperanza y fe frente a la vida, frente a nosotros y frente a ti misma mamá.
Ese mismo Alcázar que tú bien has merecido hoy se erige en nuestros corazones.
Frente a él nos arrodillamos para invocarte a ti, querida mamá, con sentido orgullo y devoción.

TE QUERREMOS POR SIEMPRE

SIEMPRE TUYOS,

Olga Mª y Papá
        
7 Septiembre 1995

                                     

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