lunes, 20 de febrero de 2012

INTERROGANTES DEL CORAZÓN

Hay días en los que una siente que su vida se hace añicos
y que se desvanecen ante ella todas las oportunidades que pudieran habérsele presentado, casi casualmente.
Hoy es uno de esos días. Como también lo fue ayer y, probablemente, lo sea mañana.
Pero prefiero no hablar de futuro y consagrarme al presente,
que no deja de ser la prolongación de un pasado triste y abrumador.

A veces una se pregunta el “por qué” de tantas cosas…
y tal vez jamás se halle la respuesta anhelada,
porque tal vez no existan respuestas a preguntas que no se hace la mente
y que, por tanto, carecen de lógica, sino que es el corazón el que se debate en interrogaciones absurdas e infinitas.

Cualquier respuesta se convierte en efímera hipótesis que, a su vez, engendra un nuevo interrogante.  
Creo que no se debieran formular nunca esas preguntas
o, mejor,  que no debieran de existir todas esas situaciones y circunstancias que nos dan pie a formulárnoslas.

Pero demasiado sencillo es pensarlo, escribirlo o decirlo, cuando no se ha pasado por ellas.
Sin embargo, el hecho de haberlas experimentado en tus propias carnes cambia mucho las cosas
y, aunque puedas pensar, escribir o decir simpleces para afrontarlas o intentar cambiarlas,
nada fácil es modificar el sentimiento, que persevera dentro de ti.

Es difícil, muy difícil, describir esa sensación de tener algo entre las manos
y no saber sujetarlo lo suficientemente fuerte, no saber retenerlo,
para sentir como, lentamente, se te va escurriendo y desvaneciendo entre tus inocentes y temblorosos dedos.
Y entonces te preguntas:
   
-¿Soy yo quién no he sabido retener aquello que he tenido entre mis manos,
o es que tal vez nunca ha llegado a  posarse en ellas y yo he creído, o soñado, por un momento, en ello?-

Ante preguntas como ésta, quisiera responderme con convicción y firmeza,
pero la duda y la incertidumbre me acosan y estremecen de temor.

Sé que por muchas vueltas que le dé, jamás llegaré a ninguna conclusión,
por eso sólo me queda el consuelo de pensar, de sentir, que, sea como fuere,
el destino así lo tenía previsto para mí,  para mi crecimiento personal
y para llevar a cabo con éxito mi misión en esta vida.


Olga María Puig Martínez
1 Agosto 1994


                                      La historia se repite.

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