Mis pensamientos eran
suyos, también mis sueños y mis deseos…
Cualquier pensamiento
lo definía, cualquier sueño lo presidía, cualquier deseo lo alentaba.
Cuando despertaba su
imagen perturbaba mi vida, mi tranquilidad, porque me abrumaba y embriagaba de
melancolía y añoranza.
Cuando dormía su imagen
aparecía, repentina y onírica, endulzando mi sueño y eternizando mi letargo.
Quisiera contemplar una
realidad igual, con la que deleitar mi amargo espíritu y acariciar mi dolido ego pero puede que ni siquiera exista
tal realidad y, si existiese, todavía me queda un largo camino para vivirla: el
camino de la vida terrenal.
A
D.
Olga
2
Septiembre 1994
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