No entres
dócilmente en esa noche quieta.
La vejez
debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia,
contra la agonía de la luz.
Aunque los
sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus
palabras no ensartaron relámpagos
no entran
dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos,
que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus
actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian,
rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que
atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden,
ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran
dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes,
cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los
ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian,
rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi
padre, allí, en tu triste apogeo
maldice,
bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres
dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia
contra la agonía de la luz.
Dylan Thomas
Traducción: Elizabeth Azcona Cranwell
A mi querido e
inolvidable Padre
30 de Marzo 1940 - 2 de Mayo 2015