Hoy, 8 de febrero de 2015, es un día triste para mi padre y para mí.
Se cumplen 26 años de aquel trágico día en que mamá nos dejó físicamente.
Veintiséis. Exactamente el doble de los años que yo tenía aquel 8 de febrero de 1989. Desde entonces mi vida se paralizó y el tiempo para mí se detuvo.
Tengo 39 años, 9 menos de los que tenía mi madre cuando se fue de este mundo, pero sigo sintiéndome aquella niña de 13, temerosa e indecisa, que presencia con rabia e impotencia como la vida le arrebata lo que más quiere.
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