sábado, 31 de marzo de 2012

"72 CUMPLEAÑOS PAPA"

Mi querido y adorado papá,
Hoy es un día muy especial y significativo para ti, ya que es tu “72 Cumpleaños” y quiero expresarte a través de estas líneas mis sentimientos y deseos de felicidad, bienestar, alegría y tranquilidad  junto a mí y a nuestros seres queridos más cercanos.  
Los años van pasando… se nos escapan sin apenas darnos cuenta, vuelan fugaces como el viento, pero, afortunadamente, nos dejan los recuerdos y éstos permanecen en la memoria del corazón, ajenos a la sombra del tiempo.
Papi querido, muchísimas felicidades por estos 72 años de recuerdos que ya llevas perpetuados entre quienes los hemos compartido contigo.
Enhorabuena  por haber sido un esposo y ser un padre ejemplar y Gracias de todo corazón, simplemente, por todo lo que me has dado y me continúas dando sin condición, por anteponer siempre mi interés y bienestar al tuyo propio, por perdonarme  siempre y haberme hecho de papá y mamá desde los 13 años.
Te quiero con toda mi alma papá.

Tu hija,

Olga María Puig Martínez

Te dedico este poema con todo mi amor,

Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡Cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!
La nobleza del alma es su nobleza,
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.
Quiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y que todos estos versos
dignos de su nombre sean.
      
  
    30 MARZO 1940-2012

viernes, 23 de marzo de 2012

Todo empezó aquella tarde de verano...

Todo empezó aquella tarde de verano, cuando el mar, de un azul intenso, acercaba lentamente desde el lejano horizonte, el recuerdo de un pasado que embriagaba de melancolía nuestros inquietos espíritus.
En aquel escenario de cálida luz marina resplandecía con cegador fulgor un lugar en el que se iba a verificar un inolvidable encuentro…
Y allí estabas tú, con tu simpatía y encanto, ofreciéndonos tu cariño y amistad.
Aquel sueño lejano e inalcanzable estaba cobrando forma y ya empezaba a formar parte de la realidad, una realidad diferente, en la que se erigían, magnánimamente, el romanticismo, la sinceridad y la ternura.
Tal vez nunca existió realidad tan onírica hasta que entraste a formar parte de nuestras vidas.
Gracias. No te olvidaremos jamás.

Olga
Agosto 1994




miércoles, 21 de marzo de 2012

Aquel día...


Aquel día, cuando me senté en la terraza de nuestro “Alaska”, como lo hiciéramos otras tantas veces, supe que algo nuevo me estaba sucediendo. Fue al contemplar unos ojos que se aparecieron ante mí, misteriosamente, como por arte de magia y que expresaron nítidamente, entre aureolas verdes y azuladas, un sentimiento oculto y profundo que yo, entrometidamente, acababa de delatar.
Repentinamente, descubrí todo aquello que no pudiera ver hasta entonces a causa de mi ceguera y de mis espesas lágrimas… ¿podía ser amor aquello que nacía en mí, o tal vez no lo era verdaderamente? Quién sabe. Lo que es cierto realmente, es que una luz intensa y penetrante traspasó todo mi ser e iluminó mi rostro tenuemente, anunciándome el comienzo de una felicidad doliente, aunque probablemente esporádica y efímera.
Por ello me entregaba, inconscientemente, a la emoción intrépida de la incertidumbre y a la sensación dañina del amargo enamoramiento que ofrece toda la dicha embadurnada de espinas y aguijones que pueden neutralizarla, aparentemente, pero jamás hacerla desaparecer. Porque, cuando se ama, o se cree amar, cualquier sufrimiento, por amargo que sea, se contrarresta y languidece al son de la mirada, la voz, la imagen del ser que una tarde pudo aparecer, misteriosamente, de la misma manera que también podría desaparecer un imprevisto día.

A ti.
25 Julio 1994
Olga


sábado, 10 de marzo de 2012

EL RECUERDO DEL AYER


Una vez más, el sol, con sus rayos cegadores, iluminó el día y coronó la mañana que empezaba a configurarse entre la lejana y soñolienta melodía de los pajarillos cantores que todavía parecían formar parte del misterioso mundo del sueño.
Ya, el rocío cristalino descendía por entre las verdes hojas, cuyas lágrimas anunciaban un nuevo o viejo día, como tantos otros. La suave brisa de la mañana se dejaba sentir entre los pliegues de las cortinas y penetraba silenciosamente hasta la estancia difusa donde ella reposaba.
Casi enigmáticamente la mañana iba avanzando y su primer suspiro, puro e inocente, parecía irse corrompiendo paulatinamente. El tic-tac acompasado del reloj adormecido infundía temor a aquel cuerpo que yacía inquieto en un lento retorno a la realidad.
Sus ojos se abrían temerosos, llorosos, carentes de ese fulgor resplandeciente que mucho tiempo atrás contornearan esas pupilas, ahora marchitadas por el llanto que hiciera de su joven corazón un manantial de amargas aguas.
Su pecho empezaba a palpitar asustadizo, con una fuerza consternadora y sus blancas manos temblorosas se unían entrecruzadas y se aferraban al pecho como consolándose de tenerse a sí mismas.
Ella se iba incorporando mientras sentía de nuevo, como cada mañana, su corazón agrietado bajo su pecho ya débil e inconsistente. Toda la alegría e ilusión que parecía traer consigo el nacimiento de un nuevo día colmado de luz, de esplendor diurno, en ella se invertía y transformaba en desesperanza, soledad y tristeza.
Esa inquietud que persistía en su ser se acrecentaba día tras día, se consumaba en su interior y consumía y degradaba su espíritu, su pálida figura.
El paso del tiempo sembraba en ella el dolor y cada día, cual semilla venenosa, dañaba despiadadamente sus raíces más profundas y las desintegraba. Por eso, poco a poco, iba dejando de ser ella misma y su “ego” se desfiguraba.
En su habitación reinaba el silencio del miedo y flotaba un ambiente de confusión y desconcierto. Por un momento creyó sentirse feliz… No, se engañaba a sí misma, porque sabía muy bien que el motivo de su pena no cesaría jamás y la seguiría atormentando mientras sus ojos permaneciesen abiertos y su conciencia despierta.
Sólo el recuerdo de un pasado lejano y de un presente fugaz que se le escapaba de entre las manos, se arraigaba a su pensamiento y la aliviaba e inmunizaba momentáneamente de su mal, aunque el antídoto empleado, sin darse ella cuenta, multiplicaba su desazón.
El recuerdo, siempre el recuerdo del ayer, que aúna el pasado y el presente desde, contemplados desde un mañana que ya ha dejado de serlo, la empujaba hacia adelante violentamente haciéndola partícipe de un mundo que no estaba hecho para ella, que la oprimía y que pasaba fugaz a su regazo, arrebatándole todo cuanto ella quería, todo cuanto de verdad deseaba, desvaneciendo sus ilusiones, sus más profundos deseos, arrastrándola, cual despojo desabrido, por entre pasajes tétricos y obscuros, por entre mohosos caminos de polvo, absurdos que desembocaban siempre en un mar de desolación y soledad.
El mañana la atormentaba y aterrorizaba porque siempre había soñado con un presente eterno, porque, con ojos entelados y consternados, presenciaba el fluir de un tiempo que rozaba una felicidad inalcanzable y que hubiera podido atrapar de no ser por la fugacidad a que ésta se exponía.
Sólo podía vivir del recuerdo que, sin embargo, se aproximaba hasta el presente, asomándose hasta el abismo del futuro y desmitificándose como ilusión perdurable para someterse al azar de un mañana incierto que lo retaba y destruía el secreto de su magia singular.
Tal destrucción se producía en su ser al transcurso de un tiempo que no podía detener ni ella ni nadie y que empobrecía y disipaba sus perspectivas del mañana, su casi desdibujado futuro y constituía su principal y único motivo de lucha en su desdichada vida.
Luchaba contra el tiempo, pero no solo ella pugnaba por lo imposible, porque la lucha era recíproca y su enemigo y contrincante siempre tuvo, y tenía entonces, todas las de ganar.
El único consuelo de su catastrófica visión era su refugio en el pasado, dónde podía alcanzar esa felicidad tan deseada e incluso esbozar una insólita y dulce sonrisa.
Era el suyo un pasado amplio pero fugaz como el viento, un pasado dónde nunca hubo cabida para el llanto, dónde siempre reinaron ilusiones y sonrisas. Un pasado aureolado de felicidad, de una luz y esplendor mágicos y persistentes, inamovibles, permanentes, cual manantial de oros y púrpuras que fluye en armonía dulce y melodiosa.
El consuelo del ayer, único motivo de su existencia, la fortalecía y animaba pero de lo que ella no podía darse cuenta era de que su pasado cada vez alcanzaba dimensiones más amplias y se intensificaba una añoranza, un recuerdo nostálgico que, sin embargo, nunca fue fruto de un presente feliz, porque a ella lo que le impedía esa felicidad del presente era el acoso del futuro.
Si se remontaba a tiempos pasados, su corazón se recomponía y sus manos cobraban seguridad y fortaleza, sus ojos se matizaban y brotaba de ellos un resplandor que iluminaba todo su rostro, libre ya de palidez y tenuemente sonrosado.
Entonces ella podía reducirse a su esencia, a su “ego” más íntimo sin sentirse degradada, porque aquellas partículas ónticas que se estaban desintegrando se unían y aferraban con fuerza y elevaban todo su ser a dimensiones infinitas donde hallaba plenitud.
Sus más bellos sentimientos cobraban verdadero sentido en el pasado, porque el abismo del presente los corrompía y enturbiaba. Siempre había sentido dentro de sí raudales de amor, de cariño, de amistad,  pero nunca habían logrado su plena realización sino encajados en cuadros del pasado, donde lo imperfecto llega a alcanzar absoluta perfección.
Ahora, sentada en la cama, con la mirada perdida en el infinito, escuchaba llorar a su alma el llanto que ya no podía brotar de sus ojos secos y cansados y se compadecía de sí misma porque sabía que sólo ella podía escucharse y comprenderse.
Su entorno empezaba ya a abofetearla al entrar a formar parte de él y de su realidad, al desvanecerse el sueño y regresar de nuevo a su cama, a su triste habitación y, de nuevo, se enfrentaría al tiempo del que, tras el letargo de la noche, había tomado conciencia.
Cual aguijón afilado que penetra en carne débil e inocente, haciendo brotar un río de sangre que borbotonea agranatada, así, el timbre del despertador rasgó sus entrañas y aceleró su pulso. –Tranquila -se dijo a sí misma -nada hay que se resista a la fuerza de la mente-.
Entonces cogió el libro entre sus manos temblorosas, lo abrió despacio y sintió la caricia lánguida de una lágrima que resbaló por su mejilla. El timbre del despertador se estaba alejando, se oía lejos, muy lejos… Estaba leyendo en el Libro del Pasado. Todo cesó. Y ella leía, leía su ilusión, su felicidad. Sus ojos cerrados se abrían destellantes en el mundo del pasado y allí podían leer la eternidad de su magia.
Ese Libro, que ya nunca jamás acabaría de leer, era el mundo con el que ella soñaba y el que la estaba transportando hasta la felicidad en un viaje que ya nunca tendría retorno.

Olga María Puig Martínez
23 Abril 1994

lunes, 5 de marzo de 2012

Hoy, cuando tan solo faltan...


Hoy, cuando tan solo faltan cinco días para dar la bienvenida al nuevo año 1994, sé que algo dentro de mí ha cambiado, sé que dejo de ser la Olga de siempre y que me encamino por un sendero nuevo que se dibuja ante mí, invitándome a adentrarme en él y haciéndome partícipe tanto de sus tristes y solitarios despojos, como de sus vitales y erguidos árboles frutales.
Sé que me ofuscaré con el mohoso polvo del camino y, al tiempo, me liberaré y me entregaré a la pureza del cielo azul y estrellado. Sé que cada paso que de supondrá una emoción distinta y que me confundirán constantemente la alegría y la tristeza, la risa y el llanto. Sé que me regocijaré y sufriré y que seré feliz y desgraciada…
Pero así me lo imponen mis sentimientos, así me lo dice y repite la Olga de ahora y así siento que ha de pasar a partir de hoy.
Y detrás de todo esto, perdido entre la niebla del camino y empapado del aroma de sus bellas y misteriosas flores, estás tú, mirándome con tus ojos hechiceros, dulces y traidores, tiernos y amenazadores, inocentes y temerosos esbozados en tu rostro adormecido. Tu mirada profunda y penetrante hace temblar el sendero que se estremece acongojado y, trémulo, se regocija al tiempo con tu presencia y la desea con fuerza.
Mientras tanto, tu imagen, de una extraña atracción, se disipa entre la blanquecina niebla y se pierde en el infinito dejando lloroso el sendero sobre el cual se ha posado y marchitando sus lindas flores, sus esbeltos árboles, apagando su brillante esplendor, desbravando sus mágicos aromas.
Tal vez, de un momento a otro, aparezcas de nuevo y estremezcas de emoción a todo cuanto alcanza la pócima de tu pagana mirada. Entonces seré feliz y olvidaré la pena de sentirte tan lejos, tan distante… Entonces te sentiré cerca y me fundiré contigo, con esa imagen palpitante e insegura que brota del más allá y que, sin embargo, puedo acariciar, rozar, sentir como si permaneciera siempre a mi lado, junto a mí.
Sé que aunque te busque y te sienta en los senderos del sueño, del pensamiento, estás ahí, en la triste y cruel realidad, dónde jamás podrás ser mío como en el sueño, dónde jamás contemplaré, iluminados mis ojos por el fuego de los tuyos, la pureza de tu rostro, sereno y adormecido, dónde jamás llegarás a quererme como yo te quiero a ti.
Por eso te odio y te amo, te detesto y te deseo como jamás he deseado a nadie, porque me haces sufrir tanto que me destrozas las entrañas y porque despiertas en mí tanto amor y pasión que me consumes día a día, mostrándome todo lo que significas para mí y hasta qué punto han llegado mis desbordados sentimientos hacia ti.
Sí eres tú, no podrías ser otro…, no me guardes rencor por favor, si pudiera encauzar mis sentimientos por otros senderos lo haría, pero me has aprisionado, te has apoderado de mí y ahora no puedo desasirme; tal vez nunca pueda o tal vez algún día, eso sólo el tiempo lo decidirá.

Olga  
27 Diciembre 1993





sábado, 3 de marzo de 2012

TE QUIERO TANTO...

Te quiero tanto que todo el Amor que llevo dentro podría formar una inmensa Nube, empapada de Cariño, Dulzura, Amistad, Amor y Pasión que alcanzasen sus culminaciones, elevándose a una Dimensión en que tales Sentimientos se Eternizasen, Abstrayesen en un Sentir, un Querer Callado, Desesperanzado, pero perdurable Eternamente, para gozar de un Amor que, aunque Imposible, Palpitase con Fuerza hasta el Fin. Ese es el Amor que se Resigna, Silenciosamente, al Fracaso del Rechazo.

A Él

Olga Mª Puig
1993-94